Juan Carlos Peña (Becilla de Valderaduey,Valladolid, 1957). Ha colaborado en los años 80 con la revista Sa Roqueta. Formó parte de la revista La Musa Araña. También colaboró en Hotel Chelsea, un programa de radio del Aula de Poesia de la Universitat de Barcelona, en Ràdio Gràcia, junto a José Antonio Arcediano y Moisés Galindo. Participó en el libro Tiempo (in) Visible (fotografías de Edu Barbero y poemas de 24 poetas en lenguas peninsulares) y con alguna reseña de libros en la revista de poesía Caravansari.
Foto: Edu Barbero
Acompañado de un horizonte siempre intermitente.
A mis pies los restos de un naufragio presentido
y el abrigo lento de la savia: tenaz refugio
de todos los deseos.
Cae el rocío sobre la aridez de los signos
impulsando el rebrote de la luz en cada pasajero.
El color unido a los indicios
conjura el despertar de lenguajes antiguos.
Los hombres que caminan por la estepa
esperan el abrigo de la cueva
para dejar su huella.
En toscas geometrías inscriben su manual
de supervivencia.
Vuelan los colores sobre los símbolos,
sobre todas las formas volubles de la materia.
Se asientan en espejos transparentes,
en la profundidad inquietante de lo invisible,
en líneas superpuestas de paisajes
parcialmente intuibles por las mareas
que crecen y decrecen en cada nueva luna.
El lienzo duro siempre depositario
del obcecado rastro del calor y del frío.
Un muro de memorias, de ropa en blanco y negro,
de cuartos que refugian el devenir más leve:
estremece el apego a la tierra
de la niña y su ausencia.
Entre los trigos, aún verdes,
se encuentra parte de lo perdido.
No importa doblegarlos, ni amontonar
olvido tras olvido. Las espigas
volverán a erigirse como tótem.
Como cajas de resonancia,
despertarán el aleteo de todas las alondras.
Nieva incesante el mar sobre la alegría
y el ansia de bautismo de las llanuras huérfanas.
Las heridas hirvientes de lo desconocido
erosionan los muros de acuerdos no pactados
y se vuelven estelas las miradas perdidas.
En la noche sedente ligada a su destino,
saladas aguas se convierten en mensajes,
meciéndose, entre la claridad oculta
y las distancias.
Son los sueños de la piedra
despedazados por manos y brazos,
violentados por el afán de cielo
o el miedo a desaparecer en las torvas del tiempo.
Amontonados trozo a trozo,
colocados palabra a palabra, sin revelar
nunca su eterno significado.
Forzada simbiosis entre el Ser y el Permanecer.
El resto tenacidad y desvelo.