Luis Santana

Foto: Esperanza Herranz Torrego ©

Luis Santana

Luis Santana (Medina del Campo, Valladolid, 1957) ha publicado los libros de poesía Mirador (Ediciones del Faro, 1988), Una lengua extraña (Editora Regional de Extremadura, 1992), Sombra mínima (Huerga & Fierro, 1999), Carta no enviada (Ediciones Vitruvio, 2014), Leyendo la fuga (Manual de Ultramarinos, 2016), Nada me conmueve (Poesía reunida 1988-2020) (Editorial Dilema, 2022) y El frío que corresponde (Ediciones Contrabando, 2023).

Ha ejercido en diversos oficios como pintor de brocha gorda y fina, horticultor y albañil, obrero de fábrica y actor, reparador de radios, traductor, cantante y editor de corta vida con el sello Ediciones del Faro. Comenzó su andadura poética, hacia 1980, colaborando en revistas literarias como Veneno, Los Infolios, El signo del gorrión, La factoría valenciana, Un ángel más o Revista Atlántica, habiendo sido incluido en varias antologías. Así mismo es autor de una novela corta, Al final ni nos despedimos (Ediciones Baile del Sol, 2012). Ha traducido del catalán al castellano Antología de Màrius Torres (Editorial Pre-Textos, 1999) y las novelas El cielo del infierno (Editorial Anagrama, 2001) y Sin mirar atrás (Editorial Anagrama, 2003), ambas de David Castillo; Por un saco de huesos (Editorial Planeta, 2005), La felicidad (Editorial Planeta, 2006), Alfonso XIV. Un crimen de estado (BELACQVA, 2006) y Nombres en la arena (Editorial PLANETA, 2007), todas de Lluís-Anton Baulenas.

 

Frágil y olvido

De quién respiró
el daño    lamió
el papel venenoso
la mengua dócil
que teme.

Palpo el sueño
ahora es una certeza.

El ojo plano del cordero
observa la imprecisión
la cavidad ennegrecida.

 

Mansedumbre

En los poros de lo manso
no hay luz que duela;
el miedo no es imaginario

Sangre sólida como crin
vertiste donde hay nada
fundida grieta
—es mancha,
ella se adueña de paredes
y yesos no firmes,
se extiende hasta días indecisos,
hasta la celebración última
de bestias y un cortejo
de rosas matinales—,
un velo.

 

Ellos familiares

Donde hurgó la pena
estaban los nombres particulares:
el hombre solo que no viste
la madre sola que no viste
tampoco la maleza
ocultando el temporal;

el aceite fatigado
y los hostiles.

 

(De Dissortat [Título provisional]; Ciclo “Llámalo ceniza”, inéditos)