[Un diálogo sobre el dolor, la historia, la poesía y la esperanza]
Chus Pato y Antonio Crespo Massieu
Esta conversación que ahora presentamos tiene detrás una pequeña historia. En marzo de 2020 le pedí a Chus Pato que presentara en Santiago mi Memorial de ausencias (Poesía 2004- 2015); el texto que me envió, centrado sobre todo en la Elegía en Portbou, lleno de sugerencias y luminosas intuiciones, ofrecía la posibilidad de un diálogo extenso y profundo. La pandemia lo impidió, pues un día antes de viajar a Santiago se tomaron medidas de aislamiento en Galicia que luego se extendieron a toda España.
La publicación de El dolor que amamos (Bartleby Editores, Madrid, 2022) nos ha ofrecido la posibilidad de un nuevo diálogo. Cuando recibí por ordenador las preguntas que Chus me formulaba, al ver su complejidad y el fascinante abanico de ideas que desplegaban, decidí contestar por escrito. Nació así un intercambio epistolar que se fue enriqueciendo en sucesivas versiones.
El 6 de junio de 2023 pudo realizarse, al fin, la presentación en Santiago. El diálogo que mantuvimos en la Librería Cuceiro, en gallego y castellano, fue, necesariamente, más breve que lo que aquí publicamos. Decidimos entonces editar el texto en su integridad. Es el que ahora ofrecemos.
Para mí en un honor este intercambio de ideas con una de las voces esenciales de la actual poesía. Y, por descontado, es un regalo su amistad.
Antonio Crespo Massieu
Chus Pato. El dolor que amamos es el último libro publicado por Antonio Crespo Massieu. El título alude a una de las citas generales, en concreto a la de Albert Camus “Es falso, lo sé por mí mismo, que el amor ciegue. Al contrario: hace más perceptible lo que sin él no llegaría a la existencia y que, sin embargo, es lo más real en este mundo: el dolor de las personas que amamos”.
Se divide en dos zonas introducidas por un pórtico. A mí me gusta pensar en estas dos partes como las manos que, con las palmas hacia el interior, concentran la mirada de los ojos que leen en ellas la escritura del libro.
Y así yo podría decir que en la mano derecha y bajo el uno, escrito con cifra romana, entramos en “El acróbata de la noche” –así reza el título– y que este acróbata y esta noche es como un ovillo que cuando acaba puede volver a envolverse y comenzar de nuevo.
El poema que abre la primera parte es “Hiroshima-Nevers”y el que la cierra “Nevers-Hiroshima”. Ambos invocan el nombre de dos ciudades para siempre unidas por la película Hiroshima mon amour dirigida por Alain Resnais ycuyo guion fue escrito por Marguerite Duras.
Protagonizan este primer poema una mujer, un joven y un ángel. El ángel es aquel que se hace cargo de todo lo que es mínimo, efímero. Recoge los hilos, las hebras, lo perdido, montañas de cabellos, los de la muchachita de Nevers, los cabellos de todas aquellas que fueron rapadas… Con los cabellos el ángel hace un ovillo.
Entramos –así lo creo– en el dolor. Y entramos también, así lo creo, en la posibilidad de una redención no solo para la humanidad sino también para los seres que habitan el planeta Tierra, una redención cósmica.
Escribes “No olvides nunca la piedad/ solo por ella serás justificado”.Mi pregunta sería ¿es la piedad aquella virtud que nos capacita para comprender algo que, de forma muy provisional, podría llamar la maldad sin límites de la humano? ¿Aquello que la filósofa Hannah Arendt nombró como banal?
Antonio Crespo Massieu. De la posible redención hablaremos más adelante, eso espero. Sobre la pregunta que formulas:
No sé si la piedad nos capacita para entender el mal absoluto, creo que escapa a toda comprensión. Pienso que más bien nos ayuda a soportar su presencia, equilibra la balanza del mal, nos justifica en la medida en que nos lleva a com-padecer, a situarnos junto a aquellos –con aquellos– que lo padecen; nos obliga en cuanto es una elección inevitable porque nace del corazón, del sentimiento, se nos impone más allá de cualquier cálculo racional. Apunta entonces a una posible redención, pues rescata lo humano, es hacer el gesto que, al margen de su posible utilidad, más allá de esa consideración –y esto se aprecia en los actos gratuitos y, en cierto sentido no explicables, de solidaridad en los campos de exterminio, allí donde la condición humana se supone que había sido erradicada– nos sitúa en la posible esperanza de la superación del mal absoluto.
CP. Los actos gratuitos e inexplicables de solidaridad…, la gracia como oposición a la mercancía, a la usura allí donde las huellas de lo humano han querido ser borradas, aún allí, dices y dices la solidaridad y la gracia, el don.
En el siguiente poema trazas todo un recorrido por la enfermedad y los hospitales, lo titulas “El hilo del tiempo”. Un hilo que se rompe y con él no solo se fractura el tiempo, también la palabra. Como un estribillo o como un ritornelo escribes “Oh, tú, palabra que me falta”. Sabemos que si algo le falta a la palabra es la palabra. Yen el hospital, en la pérdida o ausencia del signo y en la noche, la voz se acerca al canto“pía, pía, canta, canta, mano, meta, cima”,“metástasis, si, no, vida, muerte”. Ahí, en el poema se presenta otro ángel, el de los hospitales, un ángel que está presente en las ocasiones de mayor dificultad.
A mí me interesa mucho la relación que se establece entre el tiempo que se rompe y la ruptura del lenguaje. Escribes “música, dolor y deslumbramiento”.
¿Es preciso conocer la precariedad del tiempo y de la lengua para poder realmente aproximarse a la palabra y al pensamiento sobre lo que el tiempo significa?
“Lo que rompe la enfermedad es el hilo del tiempo. Es un espacio sin tiempo, como si fuera sólo presente. Y sin palabras, la absoluta indefensión, lo inerme de la materia, el cuerpo, nos aboca al silencio. Lo que se pierde es, no tanto la palabra, sino el lenguaje”
Antonio Crespo Massieu
ACM. Vayamos por partes. En efecto lo que rompe la enfermedad es el hilo del tiempo. Es un espacio sin tiempo, como si este se congelara, como si fuera sólo presente. Y sin palabras, la absoluta indefensión, lo inerme de la materia, el cuerpo, nos aboca al silencio. Lo que se pierde es, no tanto la palabra, sino el lenguaje, la posibilidad del discurso, es esa “serie aleatoria, sin armonía”, esa eterna repetición de la que habla el poema. Por eso la palabra se acerca al canto (un canto sin armonía) o al balbuceo o se hace silencio, como muy bien dices: muestra su precariedad. “Oh tú palabra que me falta” es frase que se repite, como un leitmotiv, en el Moisés y Aron de Schömberg, la insuficiencia del lenguaje, la ausencia de la palabra que pueda decir la revelación, la zarza ardiente, el impronunciable nombre de Dios. Preguntas si es desde ese silencio, esa ausencia, esa precariedad absoluta, desde donde puede recobrarse la palabra y el tiempo. No lo sé. Lo que sí sé es que tras esta experiencia la palabra que nace es otra, la mirada sobre el mundo es otra, algo que ahora, quienes han vivido la Covid como una experiencia límite, han experimentado. Pero creo que pertenece más bien al despertar, a la aurora, al tiempo de la convalecencia, deslumbramiento y re-descubrimiento del mundo y las cosas.
CP. El alba, la aurora, pero antes “Tiembla la noche, acero y cristal”, escribes en “Pourquoy Font Bruit”. Un poema deslumbrante.
El poema hace inventario, registra, da fe, da testimonio del horror sin final de la Historia, pero también de la belleza. Como si en él se cumpliera uno de los pasajes más citados de Benjamin: no hay documento de cultura que no lo sea al mismo tiempo de barbarie. Así que dividiré la pregunta en dos, una sobre el horror y otra sobre la belleza.
Del horror escojo solo una muestra y es el tiempo el que las trae, las deposita ahora mismo aquí, las 900 tesis que florecen en los 24 años del joven Pico de la Mirandola y el arsénico que acabó con su vida a los 31 años de edad.
“Pero al menos una voz, la del poeta, dirá que no” escribes. Me gustaría mucho leer lo que tienes que decir sobre esta capacidad del poeta, la de ser testimonio y me gustaría saber cómo se conjuga en tu escritura la autonomía del poema y su compromiso.
ACM. El horror de la historia, lo que, mezclando tiempos y espacio, aparece en ese extenso poema; pero también la belleza del mundo, la esperanza que rescata la música y la palabra, las 900 tesis, la rebeldía de quienes giran la manivela de las palabras en la noche amenazada. Horror y esperanza. Hace poco recordaba Juan Carlos Mestre las palabras de María Zambrano: “Que cese la historia y comience la vida”.
“Pero al menos una voz, la del poeta, dirá que no”, es un homenaje-huella de un hermoso poema de Cezslaw Milosz, que se titula precisamente “Campo di Fiori”; en él hablando de los que “perecieron solitarios,/ olvidados ya del mundo” anuncia la esperanza de un tiempo nuevo: “Hasta que todo sea una leyenda/ Y después de muchos años/ en un nuevo Campo di Fiori,/ se alce en sedición la palabra del poeta.” Me preguntas por esta voz alzada en sedición. Allí está el poeta, escribiendo en el único lugar que le pertenece. El lugar de la ausencia, donde permanece un eco, una huella de todo lo vivido: las palabras perdidas del libro quemado, el temblor de los inocentes aventados en la infamia de los siglos, todos y cada uno de sus nombres; también la felicidad y sus señuelos, la belleza. Ese es el territorio del poema y sólo desde allí –desde la desposesión, también del lenguaje, ayuno de toda certeza– nace el testimonio; es decir la voz de los ausentes llega al poema. En ese sentido el poeta es cronista a la manera en que lo entendía Walter Benjamin, aquel que da cuenta de una verdad: “nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia”.
CP. Las palabras perdidas del libro quemado y la música de esas palabras al arder. Vuelvo al comienzo del poema “Pourquoy Font Bruit”, allí esa pareja que se mueve por todas las páginas del libro, la formada por una mujer y el hombre que la acompaña, escuchan en ese comienzo la música de Le Jeune. Son la belleza en contraste con la barbarie. Mi pregunta aquí es ¿Qué relación estableces entre la música, el poema y el hilo roto del tiempo?
ACM. Tal vez la música “suspende” el tiempo, lo hace aire, espacio, algo ingrávido que se hace cuerpo, se viste y nos envuelve –y al escucharla pienso siempre en Fray Luis de León: “el aire se serena/ y viste de hermosura y luz no usada,/ Salinas, cuando suena/ la música …” El poema –¿traicionando a la música? – lo hace palabra, dice, trenza, sutura sus huecos. Lo que está en el poema es lo que la música hace vivir en ese momento y eso, ese fluir de conciencia, ese estallido de imágenes-palabras –que no está en la música, pero la música contiene pues en ese instante las hace vivir para quien escucha y para cada uno de forma diferente– cose el hilo roto del tiempo, restaura, salva. No está en la música porque la música no puede traducirse, no significa nada y puede significar todo, como dice George Steiner “hablar de la música es alimentar una ilusión”, “una frase musical no es un segmento verbal”, y Steiner cita la anécdota de Robert Schuman cuando un estudiante le pide que explique un estudio para piano que acaba de interpretar y él se limita a tocarlo de nuevo.
“El poema hace inventario, registra, da fe, da testimonio del horror sin final de la Historia, pero también de la belleza. Como si en él se cumpliera uno de los pasajes más citados de Benjamin: no hay documento de cultura que no lo sea al mismo tiempo de barbarie”
Chus Pato
CP. Sin duda uno de los sueños del poema es convertirse en música y sin embargo el poema sabe que la música comienza cuando cesa el nombre, el nombrar. Y es bien cierto lo que afirmas, citando a Steiner “Una frase musical no es un segmento verbal”.
Encaminándonos hacia el final de esta primera parte nos encontraremos con un ángel tan pobre, que por no tener ya ni tiene alas. Tal vez este ángel sea al mismo tiempo el hombre que acompaña a la mujer e incluso el poeta…
Si esto es así me gustaría que hablases sobre esta triple o cuádruple metamorfosis. Y además y centrándome ya en la mujer y el hombre que la acompaña diría que son como la otra cara de la pareja Hiroshima-Nevers, tal vez en ello podemos leer un eco de la Comedia y concretamente de la ascensión al Paraíso. ¿Cómo lo ves tú? o lo que es lo mismo, ¿Cómo se inscribe en el poema el amor?
ACM. Hablas de esa metamorfosis entre el hombre que acompaña a la mujer, el poeta, el ángel. Ampliemos el campo. Una mujer y el hombre que la acompaña –y tal vez un ángel– contemplan desde la altura, desde un precipicio, llamado Paraíso, una representación –pues el origen de este poema es la asistencia a la ópera Only the sound remains de Kaija Saariaho– y en ella un ángel ha perdido sus alas y las ha encontrado un pescador que niega la muerte, pues devuelve al mar los peces que ha pescado. Y el pacto que propone el ángel y que el pescador acepta. Todo esto es representación, música, palabra y danza; pero, ¿es acaso ficción? No, pues es la ficción más verdadera de todas, la verdad del teatro, lo encarnado y hecho belleza indecible en el momento en que se representa. El pacto que el pescador acepta es contemplar esta belleza, pero no poder decirla, pues ninguna palabra puede dar cuenta de ella –esta sí es la belleza de Rilke, su ángel. Y las palabras finales del ángel antes de alzar el vuelo son consuelo y piedad que el hombre o el ángel dicen al oído de la mujer.
¿Cómo se inscribe en el poema el amor? Todo, enfermedad, humillación, belleza y memoria, las alas perdidas del ángel y el cabello perdido de la mujer, todo, memoria y belleza, se salva en el amor. La perfección, la belleza terrible por intensa, por inexpresable, que contemplan, que los amantes comparten, limpia las heridas; lo que Rilke expresa al final de la I de sus Elegías de Duino: “la primera música” que “logró aquella vibración que ahora nos arrebata y consuela y ayuda”.
CP. “Todo fue silencio. Nada fue pérdida.” Y aún una última pregunta.¿Qué es el silencio? ¿Por qué necesitamos el silencio? ¿Forma parte de los ingredientes necesarios para que se dé la redención y la verdad?
ACM. El silencio es ausencia de ruido y por lo tanto la posibilidad misma de la escucha, y así encontrar al otro y al “mismo”, a uno mismo, escuchar el silencio del mundo, de las cosas, de los otros animales, de todo lo vivo. La posibilidad de asombro ante la belleza y de caminar a una cierta “verdad” y una (im)posible redención.
CP. El don, la aurora, el horror y la belleza, el amor, el silencio, el asombro y la verdad… Finalmente regresamos al comienzo del ovillo, solo que hemos llegado al final y todo da la vuelta, todo gira y al finalizar comienza “Nevers-Hiroshima”:
Te olvidaré. Te estoy olvidando.
Muchachita de nada, muerta de amor.
Pequeña rapada de Nevers.
Yo te doy al olvido esta noche.
Así termina la sección El acróbata de la noche ¿Qué es el olvido? ¿Qué es lo inmemorial?
“Uno de los sueños del poema es convertirse en música y sin embargo el poema sabe que la música comienza cuando cesa el nombre, el nombrar. Y es bien cierto lo que afirmas, citando a Steiner ‘Una frase musical no es un segmento verbal’”
Chus Pato
ACM. El olvido es el tiempo. Lo inmemorial es la huella, el hueco, la reminiscencia que deja el olvido; lo poco o mucho –tal vez lo más importante– que se salva del tiempo. Y la palabra, el poema, intenta fijar, rescatar, al menos, esos cristalitos, esas teselas incompletas, esos pedacitos del tiempo, para engañarnos y creer que lo vivido tiene un sentido.
CP. En la segunda parte, bajo el dos, escrito también con cifra romana, entramos en la página o en la mano que titulas Y quedan interrogados e imperfectos. Bajo el auspicio del verso de Milo de Angelis recoges los nueve poemas finales. Son, permíteme decirlo así, ocho escrituras más una. Las ocho primeras guardan la memoria de personas difuntas. La otra, Los efímeros, los recoge a todos y nombra a los que fueron arrebatados en la flor de su edad, a los jóvenes difuntos, como aquella bailarina que protagonizo Los sonetos a Orfeo de Rilke.
“El pequeño dolor de no recordarte ya”, “El recuerdo es un esfuerzo del lenguaje”. Versos para la madre, versos para el padre.¿Es el signo, el nombre, el lugar de la muerte? ¿Es el recuerdo una ilusión de la lengua?
ACM. Sí, los efímeros, aquellas vidas apenas vividas que aparecen en los tres últimos poemas del libro. Walter Benjamin recoge de su amigo Gershom Scholem la idea que aparece en el Talmud de esos ángeles que son creados a cada instante y nada más elevar su voz ante Dios se desvanecen en la nada, “se apagan como la chispa ante el carbón”. Para mí son los efímeros, vidas apenas vividas, que aparecen en mi Elegía en Portbou; sí, como “la hermosa compañera”, la bailarina, la amiga del soneto XXV de los Sonetos a Orfeo de Rilke.
Y están primero ausencias muy cercanas a mi biografía: la madre, el padre, el hermano, la amiga. En los poemas a la madre y al padre lo que predomina es la imposible reconstrucción de su memoria, de su figura; lo que el tiempo ha desvanecido. Aquí sí que “el recuerdo es un esfuerzo de lenguaje”, “Ausente la figura/ sólo la palabra, evoca/ conmueve, rescata”. A veces lo único que se rescata de la muerte, que vive en el tiempo, es el nombre. La palabra que ahonda, re-vive el dolor y, por ello rescata a los ausentes.
CP. En el poema “La casi certeza”, que dedicas a Guadalupe Grande, mencionas “la desvalida esperanza de Andrea Pisano” y dices, afirmando esta esperanza, “Y cien veces cien”.
La esperanza… Hace ahora un año yo escribía “Y ahora lo soñaremos de nuevo. Soñaremos de nuevo con la esperanza, soñaremos con el grabado de Andrea de Pisano en las puertas del baptisterio de Florencia. La soñaremos en el fresco de la capilla Scrovegni donde también la pintó Giotto y lo volveremos a pensar.
La utopía –la esperanza– tiene alas, pero no las usa, extiende las manos y desconoce si logrará coronar el esfuerzo de aguardar. Vive en la incertidumbre y espera”.
Tú escribes: “Ahora un barco llega. Y la esperanza/ alcanza árbol, destino, descanso”. Y más adelante “No hay tablas de la ley. Solo un blanco silencio”
Y en otro poema, “Y el ángel (…)/ Él / que sostiene la hebra caída de la memoria,/ sabe que un día/ les crecerá pelo a las ranas.”
¿Para esto, para esta escritura y esta fe en la justicia y en la memoria y en la redención o restitución, en la palabra vivimos? ¿Para que se haga la justicia en la Tierra, aquélla, tan diferente a la ley, aquélla que se cumple cuando, en el poema “Nunca más”, la vecina le entrega al hermano el ajuar intacto de la hermana, el ajuar robado que nadie fue capaz de utilizar? ¿Para esto escribimos/vivimos?
“A veces lo único que se rescata de la muerte, que vive en el tiempo, es el nombre. La palabra que ahonda, re-vive el dolor y, por ello rescata a los ausentes”
Antonio Crespo Massieu
ACM. Me conmueve esta coincidencia, una más, con el ángel de Andrea de Pisano, y que sea en un texto tan hermoso como esa Carta abierta a Europa de un poemario tan esencial, quiero decir indispensable en la poesía de este inicio de siglo, como es M-Tala. Sí, para esto y por esto vivimos. Para nombrar a los ausentes. En la incertidumbre de la espera, con las manos extendidas, sin ninguna certeza y por ello abiertos a acoger las voces, los gestos, lo que fue silenciado y ahora reclama presencia y llega al poema. Rememorar, re-vivir el pasado en el presente, hacerlo llegar para que los tiernos habitantes de los márgenes ocupen, al fin, en el poema el lugar que la historia les ha negado. Para esto escribimos, ejercemos la poesía que, decía Guadalupe Grande, “es la actividad más democrática, más desobediente y más necesaria” pues es “tener un pie en el pasado, otro en el futuro. Intentar otras posibilidades para circular a través de la vida y la historia.”
CP. Y ya para acabar me gustaría volver al comienzo, al Pórtico que abre el libro, al poema que titulas “El ángel de la piedad y la luz”.
Para el siglo XX la Historia fue un relato incuestionable, no solo nombró toda la desdicha y la esperanza de lo humano, también su juicio se consideró definitivo. Benjamin, tan presente en tu anterior libro Elegía de Porbou, le dio a la Historia su ángel, el dibujo de un pintor.
El dolor que amamos pone ante nuestros ojos otro ángel, el de la piedad y de la luz ¿Podría ser que allí, donde los dos ángeles se encuentran, se diese un camino para el siglo en el que vivimos? ¿Cura la poesía y, si es así, ¿cómo se produce esta sanación?
ACM. Son el mismo ángel. Walter Benjamin en las Tesis de filosofía de la historia ve en el cuadrito de Paul Klee, Angelus Novus, al ángel de la historia. Ángel de alas rotas que mira hacia atrás y sólo ve un montón de ruinas en eso que nosotros llamamos historia, “bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado”, pero un viento huracanado lo empuja irresistible hacia el futuro, ese huracán “es lo que nosotros llamamos progreso.” Hasta aquí el ángel de Benjamin. Pero yo quise imaginar, y así está en mi Elegía en Portbou que, al fin, cesa el huracán de la historia y puede el ángel detenerse y acoger con sus alas rotas a los muertos, recomponer lo despedazado, nombrar y rescatar a las vidas no vividas. Ese momento en que se detenga la historia, en el que se rompa el tiempo homogéneo que la define, es lo que sería “el signo de una detención mesiánica del acaecer, o dicho de otra manera: de una coyuntura revolucionaria” –así lo formula Benjamin. Esta redención mesiánica –en términos teológicos– es una incógnita para los no creyentes; esta revolución –en términos políticos– es una esperanza siempre aplazada y, no obstante, viva a pesar de sus fracasos. Sin embargo, la poesía sí puede, aquí y ahora, dar cuenta de ella. En el poema el ángel de alas rotas que Benjamin viera en Klee, puede detenerse, cumplir el sueño de la redención. El ángel de la historia es ahora el ángel de la piedad y la luz, son el mismo ángel, la misma esperanza. Se han encontrado en el poema. Y este encuentro es la piedad descendida, la luz, “la luminosa piedad abrazando la ciudad de los hombres”. Ángel de alas rotas o ángel niño, niña, su piedad sostiene el equilibrio del mundo. Y esto, no sé si es sanación, pero es esperanza que aguarda y espera.
Chus Pato
Chus Pato (Galicia,1955) es una de las voces más representativas de la poesía galega contemporánea. Es autora de doce poemarios, publicados entre 1991 y 2023, por los que recibió varios premios, como el Nacional de la Crítica española y en dos ocasiones el Losada Diéguez. Destacamos la pentalogía Decrúa, antes método que incluye m-Talá, Charenton, Hordas de escritura, Secesión y Carne de Leviatan. Además de su proyección en el ámbito anglosajón, sus libros han sido editados en países como Argentina, Portugal, Holanda o Bulgaria; igualmente selecciones de sus poemas fueron publicadas en catalán, éuscaro, polaco, árabe clásico, francés, rumano, ruso, alemán y esloveno. Su obra fue recogida en decenas de antologías nacionales e internacionales. Ha participado en múltiples festivales tanto en el continente americano como en Europa, India y África. La editorial Ultramarinos ha publicado los tres primeros volúmenes de Poesía reunida de Chus Pato, un proyecto que presenta sus libros en traducción al español. Su libro más reciente, Sonora, será publicado esta primavera en Ultramarinos, traducido como es habitual por Gonzalo Hermo. Es miembro de número en la Real Academia Galega. Vive cerca del bosque de Catasós, en el que se conservan los castaños más altos de Europa.
Antonio Crespo Massieu
Antonio Crespo Massieu (Madrid, 1951). Desde 1997 hasta 2017 ha sido responsable de las páginas literarias de la revista Viento Sur;en la actualidad forma parte de su Consejo Asesor.
Ha publicado los poemarios En este lugar (Fundación Kutxa, Donostia-San Sebastián, 2004)que obtuvo el Premio de Poesía Kutxa Ciudad de Irún en su XXXV edición, Orilla del tiempo (Germania, Valencia, 2005), Elegía en Portbou (Bartleby Editores, Madrid, 2011), Los regresados (Ediciones 4 de Agosto, Logroño, 2014), Obstinada memoria (Amargord, 2015), Memorial de ausencias. Poesía 2004-2015 (Tigres de papel, Madrid, 2019), Compartir (Las hojas del baobab, stabilestudillo editores, Cádiz, 2021) y El dolor que amamos (Bartleby Editores, Madrid, 2022). Una antología de su poesía ha sido publicada en el homenaje que le dedicó la revista Codal, (Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 2016). Ha publicado también el libro de relatos El peluquero de Dios (Bartleby Editores, Madrid, 2009). Fue primer finalista del I Premio de Novela Ateneo de Madrid 2021 con su novela Portbou: estación término.
Ha estrenado sus textos dramáticos Detrás del tiempo. Homenaje a Francisca Aguirre, Teatro Galileo, Madrid 20 de noviembre de 2017 y Los nombres de la memoria (Después de Auschwitz), Auditorio del centro Cultural Galileo, Madrid 29 de enero de 2018.
Fue finalista del Premio Nacional de Poesía 2012 con Elegía en Portbou.
Es autor de trabajos de investigación y de creación literaria que han aparecido en numerosas revistas. Ha sido incluido en varias antologías y libros colectivos. Su poesía ha sido traducida al portugués, inglés, francés y esperanto. El libro de relatos El peluquero de Dios se ha traducido al finés.
Ha sido invitado y ha intervenido como ponente en el I Encontro Internacional de Poesia en Ponta Delgada (2017), II en Porto Santo (2018), IV en Las Palmas de Gran Canarias (2021), V en Porto Santo (2022) y VI en Cabo Verde (2023). Ha participado en el VII Festival Internacional Poesia a Sul (Outubro, 2021) con lectura de poemas en Olhão y en el Instituto Cervantes de Lisboa dentro del Encontro de Poesia Luso-espanhola, integrado en el programa Mostra Espanha 2021.